En el entorno laboral, se conoce como “tiburón” a una persona agresiva en el ámbito que le toca ejercer, sea comercial, finanzas, etc. Esa agresividad no es negativa, sino que se refiere a que, con unos dientes filudos, “ataca” hasta lograr su objetivo. Pero en algunas oportunidades esos tiburones, como sucede con los reales, pueden generar terror, atacando sorpresivamente a quien sea que esté cerca a ellos, generando daños muy grandes.
Contar con tiburones en las organizaciones es peligroso, pero tiene también beneficios si quienes lideran la organización tienen valores sólidos, lideran con los ojos bien abiertos y están dispuestos a poner límites y hacer respetar las reglas. Leí hace un tiempo que, en los barcos pesqueros japoneses, para mantener el pescado fresco en tanques mientras los transportan a la costa, los pescadores ponen un tiburón pequeño dentro para mantener al resto de peces activos. De esta manera llegan “frescos” para el consumo del exigente paladar japonés. Los mismo sucede en las organizaciones, se requiere que alguien active al resto y que los rete de manera constante.
El problema está cuando los tiburones carecen de valores y arrasan con todo y traicionan a quienes les dan la oportunidad. Engañan a los clientes, a sus líderes, o siendo líderes, conducen a la organización y a sus miembros por un camino antiético sin retorno. El clima organizacional y la productividad a largo plazo se ven afectados, se convive con alta rotación y el entorno percibe un evidente ambiente tóxico, afectando así la imagen de la organización.
Personalmente prefiero la analogía con los “delfines”. No siendo experto en pesca, imagino que un delfín en un tanque mantendría igual de activos al resto de peces. Los delfines son más ágiles que los tiburones, trabajan en equipo, son más inteligentes, son grande cazadores en inclusive pueden matar a los tiburones; se dice que estos últimos les temen a los delfines.
En las organizaciones, un equipo de delfines puede lograr mejores resultados que un par de tiburones y sin duda contribuirían a un ambiente más agradable, eficiente y con igual o mejor productividad individual y grupal. No por ser delfines, quienes tienen los comportamientos antes descritos, son frágiles, permisivos o blandos. Son más bien inteligentes y agradables, pero cazadores con buenos dientes.
Desde mi punto de vista, el rol del buen líder cuando encuentra tiburones, será el convertirlos en delfines.
¿Prefieres nadar en un tanque con tiburones o con delfines? ¡Yo lo tengo claro!
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